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domingo, 7 de septiembre de 2008

"Asesinato en la Gran Ciudad del Cuzco" y la textura social contemporánea

"…los cuzqueños, en la misma medida en que se arrodillaban ante quien estaba por encima de ellos y hasta le lamían las botas, eran implacables y extremadamente despectivos con el que estaba debajo y con mayor razón con el caído, como si esto último les compensara por su injustificada falta de dignidad y de orgullo." (p. 117)

Esta novela de Luis Nieto Degregori nos presenta un Cusco de inicios del s XVIII a través de truculentos episodios protagonizados por los marqueses de Valleumbroso y articuladas a través de las tribulaciones de un hijo natural de Diego de Esquivel y Navia. Usando fuentes del Archivo de Indias, Luis Nieto nos presenta noveladamente el paisaje del poder en una ciudad que entonces tenía más población que Los Reyes.
Este libro gira alrededor de la élite cusqueña del s XVIII. En sus páginas desfilan marqueses, corregidores, arzobispos y poderosos comerciantes. También encontramos, mestizos artesanos y subversivos –como el Cartolín --, mulatos malhechores, criollos empobrecidos. Sin embargo los indígenas, mencionados como una población importante de la ciudad, no son protagonistas, aparecen como masa, como marco, y por buenos trechos desaparecen totalmente del escenario. ¿Qué pasaba con los habitantes indígenas de la ciudad en el siglo que tuvo la mayor cantidad de sublevaciones indígenas, la más grande aquella de 1780? ¿Cómo se articulaban las élites indígenas los caciques de relativo éxito en este complicado ajedrez del poder? Claro, estas preguntas van dirigidas más a un historiador que a un literato, y es claramente un análisis intelectual antes que estético del producto literario de Nieto, y las libertades que este le brinda. Es muy probable que la ausencia de indígenas en el texto se deba también a su ausencia en las fuentes históricas utilizadas. Este es un buen ejemplo de cómo el poder moldea los archivos históricos y la memoria subrayando la actuación de ciertos actores e ignorando a otros.
La novela nos presenta un mundo en el cual el autoritarismo, la corrupción, la manipulación, y el clientelismo son la moneda corriente. Un mundo en el cual los poderosos son implacables, inmisericordes e inescrupulosos, al tiempo que las infidencias, las apariencias y las negociaciones poco santas son esenciales en hilvanar estrategias y asestar puñaladas políticas. Este escenario esta articulado por la tensión constante entre peninsulares – "guampos" - y criollos cusqueños por el control de la ciudad y el espacio rural, el control de las instituciones y el consiguiente provecho económico que de ellas se podía obtener.
Un populacho mestizo aparece siempre en oposición a los peninsulares, mientras que los criollos cusqueños, de los cuales los Valleumbroso son los lideres por excelencia. Estos protegen y encubren a sus clientes mestizos menos poderosos, pero tambien los usan y traicionan cuando más les conviene. En esta tensión entre mestizos y criollos cusqueños, algunos – como José Tamayo - han querido ver el nacimiento de una identidad cusqueña citadina que sería germen de un futuro sentimiento regional expresado en el s XX por el indigenismo cusqueño. Allí ya esta la oposición a Lima, los intentos de las elites de mostrarse como herederos de los incas y el uso del quechua como una reivindicación cultural.
En el texto de Lucho vislumbramos ya algunas expresiones de un orgullo cusqueño que puede ser no solo intransigente, desdeñoso y suspicaz de lo externo, en especial de lo limeño. Los cusqueños estamos predispuestos, al menos en el discurso, a cortarle la cabeza a cualquier limeño o foráneo que en nuestro criterio no guarde las formas mínimas de respeto para con nuestra ciudad y sus piedras sagradas.
Escribir el equivalente de Asesinato en la Gran Ciudad del Cuzco para el presente sería una tarea complicadísima. Mientras en el siglo XVIII estaba más o menos claro quienes eran los señores de la ciudad, hoy la respuesta es mucho más ambigua. ¿Quienes son las élites urbanas? Los poderosos de hace unas décadas no lo son más. Actualmente tenemos muchos espacios sociales paralelos, sobrepuestos, unos más poderosos que otros, pero que conviven en muchos casos sin mayor interacción entre ellos. Quizás una versión contemporánea tendría que tener como personajes a las corporaciones turísticas foráneas (con solo representantes presentes aquí), a los empresarios turísticos locales y a las autoridades estatales. Esto no parece muy diferente a lo que pasada en el s XVIII. Pero hay actualmente otros actores cruciales. Dentro de las instituciones estatales tenemos la gravitación del INC. Tampoco se puede ignorar el poder de los medios de comunicación, y de algunos gremios y sindicatos, así como la autoridad que tienen los intelectuales. Tenemos también, aunque quizás en un papel secundario o circunstancial en la trama, a un sector empresarial nuevo de orígenes rurales dedicado al comercio y transporte. Su poder es evidente por ejemplo en la suntuosidad de los cargos patronales que florecen por toda la ciudad. Pero aparte de esta complejidad social contemporánea, la mayoría de los aspectos presentes en el juego de poder de la novela de Lucho Nieto siguen presentes. Por un lado la tensión entre cusqueños y foráneos que dependiendo del poder y la habilidad de ciertos actores puede ser canalizada de muchas distintas maneras. Por otro lado también están presentes el clientelismo, la manipulación, corruptores y corruptos, y un profundo autoritarismo impregnado hasta en las más simples y cotidianas interacciones sociales. Lamentablemente, tal como en la novela comentada sucede, actualmente también los quechuas empobrecidos parecen irrelevantes en las ecuaciones del poder. ¿No será que los indígenas están ausentes en la novela como reflejo del presente antes que como reflejo del s XVIII? Al final de cuentas y más allá de su posición subordinada, en la primera mitad del s XVIII existía una nobleza indígena hasta cierto punto acomodada y con un lugar claro en el aparato estatal, una legislación especial que les aseguraba ciertos derechos y legitimaba sus instituciones y un lugar indispensables en la economía colonial. Podría sonar a herejía pero me parece que los indigenas la pasaban mejor es esa época que ahora.
Mas allá de ser una excelente introducción al Cusco de la primera mitad del s XVIII, esta novela de Lucho Nieto es a la vez una excursión en las miserias del poder, una exploración en las relaciones encontradas entre hijos y padres, y una novela policial compleja y fascinante.



Foto de aquí.

sábado, 24 de mayo de 2008

Los alcaldes y sus nombres

Publique este textito que sigue en Forma (que era el suplemento cultural del Diario del Cusco) el año pasado. Me he percatado que este no es pues un problema solamente de la alcaldesa provincial del Cusco, lo es también de muchos alcaldes distritales, aquí y en otros departamentos, incluyendo Lima a al mudo alcalde Castañeda.

Aqui va un recalentadito:

La municipalidad y su nombre, señora alcaldesa.

Desde hace algunos meses los cusqueños nos andamos topando una y otra vez en carteles y en las espaldas de muchos de los trabajadores de nuestra municipalidad con un lema y un nombre: “Trabajando junto a ti. Marina Sequeiros”. Más allá del lema, es la inscripción de su nombre, señora alcaldesa, lo que me ocupará en estas líneas.

Comenzaré diciendo que los nombres de las autoridades inscritas aquí y allá no traen precisamente recuerdos gratos. Durante la segunda mitad de los noventas recorrí muchos departamentos del país y muchas regiones bastante pobres. En todas encontraba una y otra vez el eterno panel anaranjado y negro siempre encabezado por: ‘Presidencia de la Republica. Ing. Alberto Fujimori Fujimori’. Así, con nuestro dinero, se hacia descarada propaganda al carácter dictatorial de ese régimen. En los medios, en los colegios, en las obras de saneamiento básico, en las carreteras, en todo sitio aparecía el chino diciéndonos sonriente, “el Estado soy yo”. No eran los ministerios, no eran los proyectos especiales, no eran los funcionarios, no éramos los peruanos los que trabajábamos por una vida mejor, era Alberto Fujimori que venía a nuestro distrito o a nuestra lejana comunidad a darnos, cual generoso patrón, el servicio de desagüe o un aula más para la escuela.

Esos carteles eran una expresión clara del desmantelamiento corruptor y sistemático de la poca institucionalidad que se tenía en este país. Después del Fujimorato debería quedarnos claro que todos tenemos el deber de contribuir con la consolidación de nuestras instituciones, que los o las mesías no van a solucionarnos los problemas. No necesitamos redentores ni caudillos, menos patrones ni llaqtataytas. Necesitamos construir instituciones sólidas y dejar de tener cascarones vacíos que a cada nueva elección sirvan para alojar a nuevos clubes de desempleados.

En este panorama, señora alcaldesa, el que aparezca su nombre en cada cartel, y peor aun, en las espaldas de policías municipales y de jardineros de nuestra municipalidad es desatinado por decir lo menos. ¿Es acaso que en la municipalidad Ud. lo hace todo? ¿Es que esta no es una institución que involucra a muchísimos funcionarios que también trabajan? ¿Es acaso que los jardineros que cuidan los parques son sofisticados robots de apariencia humana digitados personalmente por Ud?

Quisiera creer que esta propagación de su nombre en nuestra ciudad es más bien resultado de una decisión inconsulta de ayayeros irresponsables. Y es que estas inscripciones le hacen un flaco favor y dicen bastante poco de su buen nombre y de sus cualidades personales. No necesitamos alcaldes ni alcaldesas que busquen afanosamente reconocimiento personal. Necesitamos personas con vocación de servicio, que sean líderes de proyectos colectivos y que se ganen el reconocimiento por su trabajo y esfuerzo. Por el bien de la municipalidad, por el suyo propio y por cuidar la salud hepática de no pocos cusqueños, por favor señora alcaldesa, mande sacar su nombre de las espaldas de los trabajadores de la municipalidad y de cuanto cartel lo tenga impreso. Tenga la seguridad que sabremos reconocerlo.

lunes, 12 de mayo de 2008

El izamiento de la bandera y un milagro más del Señor de Quyllurit’i

Cada domingo en la Plaza de Armas del Cusco presenciamos la celebración de un patriotismo entendido como exclusivamente militar. Cada domingo volvemos a reafirmar que la única manera en como los civiles pueden expresar patriotismo es desfilando con paso marcial. Cada domingo sorprendidos turistas se preguntan ¿por qué los escolares marchan como militares? ¿Cómo? ¿En su país no desfilan los escolares? Pues esta costumbre no es muy extendida en nuestra aldea global. Particularmente en Europa un ciudadano promedio asociaría esta costumbre con tendencias fascistas o nazis.

Pero a nosotros no nos sorprende que escolares de todas las edades tengan que desfilar militarmente. Como muchos otros, yo también fui víctima de esta tradición. Durante mi adolescencia pasé innumerables mañanas dominicales parado como un poste, tostándome al sol, disfrazado con borceguíes, guantes, cordones, escarpines, cristina y demás parafernalia militar. Mi esfuerzo, como el de muchos otros escolares, debe ser aun más reconocido pues muchas veces este suplicio era superlativo debido a las secuelas de la fiesta de quince años de la noche anterior. Dudo mucho que las tantas veces que asistí al izamiento de la bandera y que marché en impecable, sudoroso y esforzado paso de desfile la interminable cuadra frente a la catedral tuvieran alguna consecuencia positiva en mi patriotismo o mejoraran mi disciplina. Lo único rescatable era lucirse frente a las chicas de otros colegios y, con algo más de audacia, hacerles el habla.

Pero este no es el caso solamente de los escolares. Universitarios, docentes, colegios profesionales, y cualquier institución civil que participe en este izamiento de la bandera termina desfilando en disciplinada formación militar y entusiastamente llevan el paso, el bombo en el pie izquierdo… pasan adustos sudando patriotismo! ¿Como vamos a combatir el autoritarismo si lo celebramos así cada domingo?

Sin embargo hace dos domingos ocurrió un milagro. La Nación Tawantinsuyo – que reúne a las comparsas que peregrinan al santuario de Quyllurit’i y que provienen de la ciudad del Cusco – celebrando su aniversario participó en el izamiento de la bandera nacional y la del Cusco.

Ya en el emplazamiento de los distintos batallones, gremios, colegios y demás, se notaba algo distinto en el aire. Las cuarentaitantas comparsas de la Nación Tawantinsuyo llegaban con sus trajes y sus músicos… y al final invadía la plaza el bullicio de pitos tan característico de los pabluchas o ukukus. Su travesura inherente causo algarabía entre los turistas, aunque luego de la foto siempre terminaban reclamando a su estilo una retribución por su imagen capturada. Las bromas llegaron a incomodar a alguien en la serisima organización de tan magno evento, tanto así que a las autoridades de la Nación se les pidió que controlaran a los ukukus revoltosos.

Una vez comenzada la ceremonia, el Caporal de la Nación, correctamente vestido de ukuku, fue uno de los encargados de elevar el emblema del arcoiris en medio de Hawqaypata. Pero lo mejor indiscutiblemente llego después. Luego de que pasaran marchando marcialmente unas pobres escolares, el colegio de farmacéuticos, una escuela de turismo, y no se quien mas… el conjunto de los músicos de las diferentes comparsas reemplazo a la banda del ejercito y sus marciales marchas. La música del Wayri Ch’unchu, la preferida del Señor de Quyllurit’i, invadió la Plaza de Armas y las cuarentaitantas comparsas empezaron a pasar todas bailando el Chakiri Wayri, como todo buen peregrino debe hacerlo en el Santuario al pie del nevado Qulqipunku.

La gente aplaudía con entusiasmo inusual. Mi alegría llego a su pico cuando al final de todos los danzantes llegaban todos los ukukus juntos, todos soplando sus pitos, todos bailando el Chakiri Wayri solo como los ukukus lo hacen. Con disciplina y con joda al mismo tiempo, frente a las adustas autoridades militares, municipales y demás que estaban en el estrado de honor.

No es mi intención idealizar a una organización, la Nación Tawantinsuyo, que tiene obviamente jerarquías y que no esta exenta de autoritarismo (¿como podría estarlo?). Lo que celebro es que en su participación en el izamiento dominical la Nación Tawantinsuyo esta construyendo una forma diferente de celebrar a la nación y a la región.

Me dirán quizás que pasar bailando por la Plaza de Armas no es nada nuevo para los cusqueños. Que eso se hace hasta el cansancio en las fiestas del Cusco. Yo digo que este caso no es igual. En las fiestas del Cusco, cuando se baila en la Plaza se esta representando a otro, normalmente a campesinos romantizados que visten pulcramente ropas tradicionales (que ningún campesino usa en la realidad). En las fiestas del Cusco, en gran medida se trata de danzas que son recreaciones, estampas de cómo supuestamente es cierta fiesta en el campo (el típico titulo es “el Carnaval de XX”). Se trata de “captaciones” que observadores de fiestas rurales hicieron y con ellas luego elaboraron una danza que “representaba” dicha fiesta. En contraste, quienes danzan en Quyllurit’i no lo hacen usando estampas o recreaciones. Se baila danzas devocionales que son muy distintas a las representaciones de campesinos que se han ido elaborando en la ciudad. Quienes bailaron hace dos domingos en la Plaza de Armas no estaban representando indios imaginarios, estaban presentándose a ellos mismos como peregrinos, estaban reafirmando el carácter religioso del baile, estaban mostrándose ante las autoridades, el publico y las demás instituciones como un grupo que considera mucho mas importante seguir las etiquetas rituales que dictan su fe en un santuario al pie de un nevado que la etiqueta militar a la cual se sujetan todas las instituciones civiles que participan en estos izamientos dominicales.

Quizás mi entusiasmo es exagerado. Es posible. En todo caso, hay que festejar que en estos izamientos haya quienes resistan a seguir el paso de desfile y llevar el bombo en el pie izquierdo. Los civiles no tendríamos porque pasar como militares en el izamiento de la bandera, mucho menos los escolares. Quizás lo mejor seria cancelar esto de izar la bandera cada domingo y buscar otras formas de celebrarnos como nación y como región. En todo caso, hay que dar gracias a los hermanos de la Nación Tawantinsuyo por la fiesta en la Plaza el pasado domingo y también agradecer al Señor de Quyllurit’i por este milagro que ojala tenga la generosidad de reproducir y propagar –quien sabe de que maneras- en el resto de instituciones civiles de la región y el país.

PD: La peregrinación a Quyllurit'i ya la tenemos encima. Todo ocurre la próxima semana. Parece que va a ser inusualmente fría (esto es super super fría). Ya estoy alistando mis chivas.

PD: En Lima la celebración es el 1ro de Junio. Temprano en la Iglesia de San Sebastian y, si todo esta bien, luego en la catedral (!Gracias David!).