lunes, 11 de abril de 2011

La Utopía Pseudoliberal y la Democracia

Entre los sectores que se han beneficiado de alguna forma del crecimiento económico, claramente en Lima pero también en otras ciudades, se fue estableciendo un sentido común muy fuerte, diligentemente reforzado por el grueso de la prensa. La formulación mas clara de esta visión podria ser La Revolución Capitalista en el Perú de Jaime de Althaus. De acuerdo a este sentido común instalado en lo que se llama los sectores A y B, la cuestión es mantener las cosas como están en términos de priorización de las inversiones y lentamente los beneficios del crecimiento llegaran a todos. En la medida que ciertamente en los segmentos A y B la cosa ha ido bien, que el gobierno y la prensa celebran constantemente “la modernidad”  y “el desarrollo”, una y otra vez machaconamente, no es sorprendente que mucha gente que se beneficia del statu quo crea que este es el camino correcto.

Pero, desgracia! Los resultados electorales han quebrado, otra vez, esta ilusión. Somos informados, con angustia, que el resultado electoral no solo podría poner en peligro “el modelo” (económico) sino también “la democracia.” Para unos PPK era la única verdadera alternativa democrática, para otros Toledo. Escoger entre Fujimori y Humala es, en palabras de Mario Vargas Llosa, escoger entre el cáncer y el sida. Con ese ejemplar preámbulo democrático de nuestro ilustre premio nobel, quizás no debería sorprendernos la avalancha del más crudo racismo emergiendo de Facebook. Parece obvio que un buen sector de quienes se benefician del modelo simplemente no pueden aceptar ni menos entender que hay quienes no están participando de la fiesta del crecimiento y no la están pasando bien. Este racismo, mas allá de la explicita etiqueta e insulto racial, está profundamente naturalizado a través del tropo de la educación, la inteligencia y la ciudad letrada. Innumerables comentarios en Facebook se adscriben incuestionablemente una superioridad absoluta y solo pueden ver ignorancia e irracionalidad detrás del voto por Humala. Luego de leer unos cuantos mensajes es obvio que quienes escriben esas líneas no consideran a quienes votaron por Humala como seres humanos con iguales derechos, como personas con sensibilidades, afectos, proyectos y deseos tan humanos como los suyos. Tenemos a la vista la expresión clarísima de la negación de la democracia en nombre de la democracia! La negación de la humanidad del otro, en nombre de la democracia. Se me dirá, es cierto, pero es una minoría que no representa a todos en el sector A y B. Quisiera creerlo, pero entonces hay que pensar un poco en la democracia que supuestamente está a punto de perderse y por la que, en otras conversaciones, muchos feizbuqueros,  anuncian valientemente su disposición a salir nuevamente a las calles.

Hay que reconocer que la cosa ha mejorado frente a lo que teníamos en el régimen de Fujimori y tenemos que celebrar que, por ejemplo, las elecciones de ayer no han sido manipuladas. Al Cesar lo que es del Cesar. Sin embargo, el régimen que tenemos actualmente está lejos de ser un régimen democrático. No es un régimen democrático aquel en el que la protesta social esta perseguida. No es un régimen democrático aquel que promueve leyes para que la policía dispare a matar a ciudadanos que protestan. No es un régimen democrático aquel que se niega a implementar la ley de consulta. No es un régimen democrático aquel que miente abiertamente, desconoce el estado de derecho y provoca eventos como los de Bagua con tal de favorecer los intereses de corporaciones. No es un régimen democrático aquel que permite con indolencia, año tras año, que niños mueran de frio todas las temporadas de heladas mientras las mineras nunca antes gozaron de utilidades tan altas.

“El modelo,” tal como está, no es democrático, no trata ni ligeramente a todos los ciudadanos por igual. Todo lo contrario, lo que hace es incrementar la desigualdad y vulnerar los derechos elementales de los menos favorecidos. Las inversiones extractivas se han promovido con un entusiasmo tan grande como un profundo desprecio de quienes viven cerca de los recursos que hay que explotar, si o si, en nombre del “progreso”.  Lo que hemos visto en los últimos años es un estado racista y autoritario, amigo de la inversión y enemigo de los ciudadanos más vulnerables. No obstante el gran crecimiento publicitado por el gobierno y celebrado por los medios, la educación y salud pública son desastrosas. Mas allá de pelearse erráticamente con el SUTEP, el gobierno no ha demostrado un interés real en llevar a cabo reformas encaminadas a permitir que los ciudadanos más necesitados puedan beneficiarse del crecimiento.

No estamos pues frente a un modelo liberal, sino solo estrictamente en lo económico y, en tanto, se le puede llamar con propiedad neoliberal, pues es un modelo que desprecia el rol del estado en redistribuir la riqueza de forma significativa. Es ademas claramente autoritario, que no busca el dialogo, que no se esfuerza en crear consensos, que cuando ya no puede mecer a la gente no tiene muchos reparos en mandar a la policía a disparar. Un estado cuyos tecnócratas ya saben lo que es bueno para los awajun o los aymaras sin necesidad de hablar con ellos. La libertad de prensa es utilizada, cada vez más, como un brazo de los grupos económicos dominantes. Se trata de una prensa al servicio del capital, dedicada con gran entusiasmo a demonizar a todo aquel que critica, aunque sea mínimamente, los dogmas del extractivismo y de la desregulación.

La cuestión de fondo aquí es que “el modelo,” tal como está, no es viable. Los resultados electorales lo han mostrado con toda claridad. Simplemente ya no es viable. A lo único a lo que nos va a llevar en el corto-mediano plazo es a una cada vez mayor convulsión social, a mayor violencia y al caos. Si no se dan pasos hacia una mayor democratización la cosa se va a poner, de verdad, fea. En lugar de renegar de nuestra suerte, en lugar de deprimirnos y lamentarnos, debemos estar agradecidos que tenemos, una vez más, una llamada de atención fuerte pero felizmente pacifica para ajustar el rumbo.

CODA:

Supongo que debería ser obvio que, en mi opinión, el Fujimorismo no nos puede ofrecer nada promisorio. Solo nos puede dar escenarios mucho peores.  Humala va a tener que negociar de todas formas y quizás es una oportunidad que podamos aprovechar por el bien de todos. Como dice Levitsky, "se puede tener dudas de Humala, pero de Keiko tenemos pruebas."