Una primera atingencia que hay que hacer es que el Cusco no es una excepción en cuanto al olor a pichi. Este olor esta globalizado, y sin pasar por Lima (¿que objeto tendría?) podríamos pensar en las porquerías de infestan el metro de, digamos, Nueva York. Pero claro, mal de muchos consuelo de bobos, ¿no? Lo que pasa es que como el centro monumental del Cusco es pues tan monumental, tan bonito, tan plagado de turistas, esto hace que el olor a pichi adquiera un cariz mas repulsivo, mas asqueroso y mas olor a pichi que nunca.
Según mis agudas observaciones, hay dos fenómenos asociados al olor a pichi.
Una son las grandes aglomeraciones de gente festejando algún santo o mamacha o algo por el estilo. En estas celebraciones la cantidad de beodos meones, mujeres y hombres, es alucinante. Y claro como son en la vía publica, los beodos feligreses no tienen donde mear. Alcohol de por medio se les quita el roche de evacuar sus líquidos en plena vía publica. Esto es relativamente fácil de solucionar. Nada de prohibir las fiestas patronales. Eso seria abominable, además que nos granjearíamos la animadversión de cuanto santo espera con ansiedad su fiesta para que le cambien de ropas, lo engrían, lo saquen a pasear y le prendan infinidad de velas. No señor, la solución no va por allí. Solo falta algo de autoridad y que alguien le pase al municipio una lista de fiestas patronales de esas que se encuentran en Rumbos o publicaciones turísticas semejantes. Así que se tiene que incluir dentro de la organización del cargo, fiesta o velada el alquiler de baños públicos portátiles, esos con un químico horripilante dentro, mas un sereno allí controlando que la gente haga lo que tiene que hacer donde debe hacerlo. Habrán algunas protestas pero no mucho y creo que en un par de años la cosa estaría controlada.
El otro caso no se da en las grandes borracheras colectivas. Se da más bien en callecitas estrechas, en lugares más o menos apartados. Estos lugares son preferidos por los meones, digamos, solitarios. Esos que en la calle los agarra las ganas de mear y no encuentran otra solución que buscar un sitio caleta y punto. He preguntado a varia gente que piensa sobre esto y por que esto se da. La respuesta mas reiterada apela a que como hay mucha gente que viene del campo y como son ignorantes (si, así habla pues la gente), ya se mean nomas como en su pueblo. La solución según esto es educar a los salvajes. Ese es el camino.
Yo me aventuro a pensar que hay otras razones. En principio creo que hay poquísimos baños públicos en el centro monumental. Y en segundo lugar estoy convencido que si una persona de rasgos indígenas vestida mas o menos humildemente va a pedir prestado el baño a cualquier restaurante, bar, café, hotel del centro de la ciudad es rechazada malamente. Esta malogrado, no hay agua, el dueño no quiere, o simplemente, no. Entonces ¿que debería hacer la pobre persona que ya se mea y que además ha sido humillada en los tres locales en que intento pedir el baño? Quizás debería mearse en la puerta del último local que le negó el baño en lugar de buscar un lugar más o menos caleta para hacerlo. Me parece que esto es tan así que la gente ya ni siquiera se toma el trabajo de pedir el baño o siguiera se le ocurre la posibilidad de preguntar si le pueden prestar el baño. Creo que la gran mayoría de cusqueños (hablo de la mayoría, no de una pequeñita clase media acomodada) asumen que los locales del centro histórico no son para ellos.
Claro, aquí se asume que solo los cusqueños de orígenes rurales son los que mean en estos sitios caletas. Pero no es así. Mis observaciones indican que, independientemente de raza, idioma, credo, posición económica, los seres humanos tienden a hacer pichi donde huelen que ya hay pichi. Esto es evidente cuando es de noche, los susodichos tienen alcohol en las venas y hace un frío del carajo en la calle.
Pero volviendo a las mínimas posibilidades que a una persona promedio de la mayoría de cusqueños le presten el baño en el centro histórico (ojo, hablo de la mayoría)… no me queda sino decir que, si pues, muchos lugares del centro histórico apestan no solo a pichi, sino a algo muchísimo más dañino, a discriminación. Y es justamente debido a la discriminación que apestan a pichi. La solución para este problema es entonces mas compleja. Urge, por la gravedad del problema y claro, también para solucionar el asunto del olor a pichi, atacar a la discriminación frontalmente y sin cuartel. Esa es una tarea mayor. Respecto a contrarrestar el olor a pichi, se me ocurre una campaña: "Prohibido negar el baño bajo pena de multa y arresto" y que la alcaldesa haga inspecciones encubiertas e inopinadas pidiendo el baño a todo negocio del centro de la ciudad.
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