Se viene escribiendo mucho sobre el asunto del rechazo del gobierno (García, Simon, Flores Araoz, Garcia Belaunde, etc), de la Iglesia Católica (cuando no, Cipriani), del fujimorismo, a la donación alemana para el Museo de la Memoria.
Una cosa que pocos han reparado es que este rechazo es posible porque no sólo estos sectores que tienen rabo de paja son los que se oponen a este tipo de proyecto. Hay un buen sector de la sociedad peruana que sigue aún sin saber que pasó, sin importarle saber qué pasó, sin interesarse en tener conciencia de la magnitud de lo que pasó.
[Caso aparte y más complejo es lo que pasa en Ayacucho donde hay sectores directamente afectados que prefieren no recordar, aunque también hay que decir que Ayacucho ya tiene el único museo de este tipo en el país que fue emprendimiento de la Asociacion de Familiares de Desaparecidos.]
En la ciudad del Cusco afortunadamente no sufrimos directamente el terrorismo como se sufrió en otras ciudades, pero ese no fue el caso en las llamadas Provincias Altas (Chumbivilcas, Canas, Canchis, Quispicanchis). No se muy bien por qué en la ciudad no hubo tanta violencia como en Huamanga, Huancayo o Lima.
Un buen sector en la ciudad quizás es peor que aquellos limenos que recuerdan la época de la violencia sólo porque los apagones les fastidiaban la vida cotidiana (claro, antes de los coches bomba a la vuelta de la esquina). Para un buen sector de cusquenos citadinos creo que lo que pasó, pasó muy muy lejos. Si en cierto momento Chuschi estuvo lejísimos de Miraflores, aquí en la ciudad quizás estuvimos muchísimo más lejos de Chumbivilcas.
El tema de la violencia política es un tema ausente en la mayoria de medios, de debates en el ombligo del mundo. La violenica política no es un tema importante ni genera debates importantes en la esfera pública de la ciudad (claro, quizás no es sólo respecto a este tema sino a muchos otros... creo que los medios de comunicación locales no son algo de lo cual nos podamos sentir mínimamente satisfechos). Creo que una excepción a esto fueron algunos montajes teatrales liderados por Tania Castro, y quizás recientemente el último número de Crónicas Urbanas (aquí la primera parte).
Pero, no nos enganemos. Este tema es tan crucial para los cusquenos como para el resto del país. Es crucial porque nos enrostra mucho de la violencia potencial que esta aún presente cotidianamente en nuestra sociedad. Es importante pensar y discutir en las causas de semejante barbarie que ocurrió aquisito nomás. Paradojicamente, las causas de esta violencia muchas veces son lo que menos tiende a discutirse y pensarse. Lo peor es que el contexto de largo plazo que hizo posible que la violencia fuera tan cruel y tan prolongada claramente aún no se ha superado. Ver aquí el documento de la CVR (ver páginas 21 a 24: factores históricos).
Dado que se viene escribiendo bastante sobre esto del museo, no me dedicaré a escribir más y quizás decir cosas redundantes. Así que aquí introduzco este texto de Jorge Bruce que es pertinente respecto a asuntos más de fondo (mencionados arriba):
RECUERDO, REPETICIÓN, ELABORACIÓN
Jorge Bruce
No solo el Gobierno, círculos militares y “las pandillas sobrevivientes del fujimorismo” se muestran renuentes al trabajo de la memoria y la elaboración consiguiente, tal como lo afirma Mario Vargas Llosa en su artículo de hoy, domingo 8 de marzo, en El Comercio (“El Perú no Necesita Museos”).
El escritor se refiere a la negativa a aceptar el Informe de la CVR, pero lo extiende, con razón, a la negativa de aceptar la donación alemana para la construcción del Museo de la Memoria. Su aporte es valiosísimo, viniendo de quien viene y gracias a la persuasiva y brillante argumentación que plantea a favor de los lugares de memoria, por supuesto, a la par que denuncia la intolerancia e incultura de políticos que no pierden una ocasión de expandir las tinieblas, tal como el ministro de Defensa, Ántero Flores-Araoz. Pero ese comportamiento indigno y dañino para la salud mental de la sociedad ya no sorprende a nadie. El problema es más complicado, sin embargo, pues además de los sectores retrógrados que se sienten amenazados por su propia participación en los crímenes detallados en el Informe, existen núcleos de resistencia entre la población que van mucho más allá de los directamente implicados. Esto no puedo demostrarlo con ninguna encuesta: es, por un lado, el fruto de mi experiencia clínica –materiales que escucho en el consultorio de personas que sin haber tenido ninguna vinculación directa con los perpetradores de las atrocidades que sabemos, se identifican por razones ideológicas con variantes de “no se puede hacer tortilla sin romper huevos” o “en toda guerra hay excesos y bajas colaterales”. Pero lo mismo escucho a diario en mi reciente experiencia como conductor de Radio Capital, donde el formato del programa permite que ingresen centenares de llamadas de oyentes de toda laya a expresar su opinión. Así, cuando he planteado el debate sobre la construcción del museo citado, mucha gente llamó a expresar sus dudas acerca de la “imparcialidad” de ese lugar de memoria, más que aquellos que lo apoyaban y no creo que esto haya sido producto de alguna concertación de activistas, pues esas cosas se sienten de inmediato.
Mi impresión, repito, es que esto va mucho más allá de grupos partidarios de encubrir la verdad terrible de esos años en que las peores partes de nuestra colectividad se potenciaron y recibieron licencia para el desenfreno absoluto y abyecto. Esto último no aplica a las atrocidades de los senderistas, quienes obraron por propia iniciativa y fueron los principales responsables de la tragedia. Pero sí para las Fuerzas del Orden, que durante años, mucho antes de Fujimori y Montesinos, durante los gobiernos de Belaúnde y García, tal como lo detalla el Informe citado, obraron en nombre de los prejuicios y lacras más destructivos y discriminatorios de nuestra Historia: desigualdad social y económica, racismo, violencia étnica y de género, etcétera. El asunto es que hoy todavía muchas personas se niegan a admitir ese periodo de oscuridad durante el cual se dio rienda suelta a nuestros demonios más salvajes. Más aceptable para muchos es la versión distorsionada arriba esbozada, en donde unas Fuerzas Armadas heroicas combatieron en defensa de todos, contra unas hordas de terroristas fanáticos y enloquecidos. Las cerca de setenta mil víctimas fueron, en esa mirada desculpabilizadora, un número puesto en duda, primero, luego consideradas como el fruto inevitable de una confrontación sangrienta y brutal en una guerra civil o de guerrillas, en donde se combate casa por casa contra enemigos difícilmente reconocibles por estar mimetizados con la población. Y quien no ha “puesto el pecho” para combatir por la patria no tiene derecho a enlodar esa gesta valerosa y sacrificada. Hasta ahí la versión ideal, de película, que a todos nos hubiera gustado sea la auténtica y que los enemigos de la verdad aprovechan con el descaro desvergonzado de personajes impresentables como el ministro citado o el aprista Núñez.
Desgraciadamente para ellos, los hechos son testarudos. La verdad desilusiona y confronta con la realidad de nuestra sociedad, en particular, del alma humana, en general.
El punto es que para muchos peruanos la construcción de un lugar destinado a la preservación de la memoria de esos tiempos aciagos es sentida como una amenaza para la integridad de su estructura psíquica, la cual se ha acomodado con ese relato grotescamente distorsionado pero asimilable con facilidad. En cambio la verdad que se abre paso en el Informe de la CVR nos coloca frente a un escenario dantesco de abusos masivos, injusticias sin cuento, torturas, violaciones y asesinatos, atrocidades sin límites, en donde los senderistas no eran los únicos malos sino que en cierto sentido -lo que hace las cosas todavía más difíciles de procesar-, acaso no fueron los peores. Explicar que esta resultante no es responsabilidad exclusiva de los militares sino de las autoridades civiles que se hicieron de la vista gorda, y del resto de la sociedad que desvió durante años su atención para no “enterarse” de lo que ya sabía, no es algo que se pueda lograr sin un trabajo paciente de lo que Freud resumía en un célebre artículo sobre el tratamiento psicoanalítico: repetir, recordar, elaborar. Solo así se podrá aislar y conmemorar el verdadero heroísmo de militares y civiles, que los hubo y no merecen ser licuados en la coartada de la lista de crímenes cuyas huellas no terminamos de desenterrar.
Por eso la negativa a recibir el donativo alemán no genera demasiado rechazo entre muchos peruanos de a pie y, más bien, resulta más fácil estigmatizar a quienes reclamamos su construcción como una tarea indispensable, viéndonos como grupos de elites privilegiadas que, por tener nuestras necesidades básicas satisfechas, nos preocupamos de asuntos superfluos en un país con gravísimas dificultades de supervivencia. Es obvio que el principal irresponsable en todo este malentendido es el Gobierno y ya Carlos Basombrío ha explicado en este espacio (http://compartidoespacio.blogspot.com/2009/03/mi-me-parecen-bastante-coherentes.html ) porqué esto es coherente con su trayectoria de maltrato a los derechos humanos, respecto de lo cual su rabo de paja intenta barrer cualquier intento de trabajar en pro de una memoria que nos permita comprendernos y crecer no solo en el sentido de las inversiones extranjeras, sino como seres humanos y colectividad.
No obstante, también es importante que escuchemos lo que acaso nos resulte difícil de tolerar. Esa, pienso, es la verdad que nos cuestiona a quienes estamos decididamente a favor del trabajo de conocimiento y memoria. La propuesta del Gobierno alemán revela nuestras escisiones internas. Si bien ese museo estaría destinado precisamente a lograr que nos pongamos en contacto con aquello a lo que somos reacios porque nos cuestiona íntima y grupalmente, es también por eso que genera resistencias no solo en quienes se oponen a la verdad que temen porque los denuncia, sino también entre quienes no quieren despertar del sueño dogmático y el autoengaño. Y estos no son pocos ni están aislados, me parece. El museo se hará en el futuro, estoy seguro, pero hasta entonces deberemos seguir intentando escuchar esa verdad que nos incomoda a nosotros, quienes sabemos que es indispensable pero acaso no hemos hecho lo suficiente para convencer a una masa crítica de peruanos acerca de la necesidad, la conveniencia de esa exigencia ética que preserva tanto nuestro futuro como nuestra salud mental.
Ver este post de Erick García y la colección de fotos asociada de donde han salido las fotos que introduzco en el texto.
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1 comentario:
Según me entero existe bastante presión acerca de este tema. Y es dificil que AGP pueda dar el visto bueno de la construcción de este museo, pues todos sabemos que el tiene mucho que perder electoralmente si es que la gente empieza a conocer la verdad.
Presión política, militar, religiosa incluso intelectuales se han unido en contra de ese museo.
Por el momento no podemos hacer nada.
te dejo mi apreciación al respecto:
http://muladarnews.com/2009/03/10/mi-memoria-si-es-la-tuya/
Chinasklauzz
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